domingo, mayo 20, 2007

LA CUEVA PINTADA



1. La Visita

Ayer, con mi mujer y mis dos hijos, visitamos la Cueva Pintada de Gáldar.

Para quien no la conozca, la llamaron "la Altamira de los aborígenes canarios", por guardar con ella similitudes, pero también notables diferencias. No entraré ahora a comentar si esa comparación es beneficiosa o perjudicial para la Cueva Pintada, porque será motivo de otro artículo.

Lo cierto es que salí de la cueva como cuando salgo de una buena película, dándole mil vueltas a la historia, revisando lo visto, analizando lo que entendí de aquello. Así como mis dos hijos han pasado dos días jugando a princesas, batallas y casitas de piedra, así me quedé yo pensando...

Y es que, lo visto allí, es un buen espectáculo: bien presentado, con prólogo, nudo y desenlace, con una entrada que te aísla (en lo que puede, imposible con los altavoces de los mítines...), audiovisuales que te informan y te ponen en situación, y luego, cuando entras en el recinto ya estás en condiciones de transportarte a una época y a un espacio del antiguo poblado de Agáldar, para después, dando un rodeo, llegar a la puerta de la Cueva Pintada.

Allí, dentro de una urna de cristal con crujiente suelo de madera, alcanzas por fin a ver el interior de la cueva: las pinturas geométricas, los colores, la superficie del suelo y paredes, los orificios labrados en las paredes y en el suelo, ... y observas, y callas, y piensas,...

Mi sensación personal fue la de salir de una antigua capilla, de un lugar alejado del tiempo, parado, con un gran vacío ...

Y lo dejo aquí, por ahora...